Librero a mano — Abril y Mayo 2017
Sin percatarlo se acumularon dos meses y así va el recuento de lecturas.

Supe de Los peces de la amargura (2006) leyendo una columna de AP-R. El autor es Fernando Aramburu, un escritor español asentado en Alemania desde los años ochentas. Le entré a su libro recién abandonado El diluvio universal de Guillermo Barquero, autor costarricense del que había leído Metales pesados. Sin embargo, no estaba de humor para leer algo con pretensión en el lenguaje. No pasé del primer capítulo. En cambio si hubo empatía con la prosa sencilla de los cuentos de Fernando Aramburu, a pesar de tocar un tema incómodo en España como es el terrorismo de ETA. Sin maniqueísmos de por medio Los peces de la amargura trata de efectos de la violencia etarra en la población, tanto en víctimas como victimarios. Personajes que tratan de seguir adelante a pesar de la presión social o de las consecuencias de sus actos. Fernando Aramburu retomaría el tema en sus posteriores novelas: Años lentos (2012) y Patria (2016).
Vísperas a las elecciones en Francia leí Sumisión (2015) de Michel Houellebecq. Es de los casos donde al principio uno se siente idiota para entrarle a un autor, pero una vez libro en mano uno se siente a la altura de lo que se está leyendo. Al menos en buena parte. La novela de Houellebecq nos lleva a las votaciones de año 2022, donde los partidos tradicionales están en su peor momento. Las opciones populares son el Frente Nacional y un partido musulmán moderado, que gana por la mínima durante la segunda ronda electoral. El resultado trae consigo cambios importantes en la sociedad francesa. Como los judíos galos que emigran a Israel o las principales universidades del país se islamizan, obligando a sus académicos a cambiar de religión para conservar sus trabajos. Es el caso de François, el personaje de la novela quien es un académico que llega un punto estancado en su existencia.
Por su novela a Michel Houellebecq le son cercanas las acusaciones de misoginia e islamobofia. Al menos en éste último punto parecen ser meras afirmaciones sin fundamento. Quien lea Sumisión encontrará una fascinante interpretación de lo que puede ser Francia (y Europa) en el futuro. Un país que colonizó algunos territorios árabes del mediterráneo, adoptando su demografía como parte de su sociedad. Vemos creciente un entorno árabe con la pirámide poblacional a su favor, apegado a su cultura y escéptico de los valores europeos como la secularidad y laicidad. Mientras que al otro lado la mermante occidente, el imperfecto modelo que inculcó a parte del mundo la modernidad y pensamiento que hoy gozamos. A pesar de los efectos colaterales ocasionados en el trayecto. En eso y más van las divagaciones de los personajes de Sumisión.
Planeta de exilio (1966) es mi primera incursión a Ursula K. Le Guin. La escritora se ha caracterizado por construir relatos en donde la complejidad no está en los avances tecnológicos, sino en las relaciones entre sociedades. Vemos en ésta historia en particular a un par de tribus enemistadas tener que entenderse para enfrentarse a un peligro común en pleno invierno. Quizá si la hubiera leído hace más de diez años, en la época donde releía a Harry Potter y El Señor de los Anillos sin tener mucho a mano, la hubiera disfrutado más y valorado como trayecto hacia textos más exigentes. No quiere decir que menosprecie a Ursula K. Le Guin y su ciclo de Hanish. Al menos en un mediano plazo espero leer La mano izquierda de la oscuridad (1969), una novela constantemente enumerada dentro de los clásicos de la ciencia ficción.

Para muchos Abel Pacheco será uno de los gobernantes más pintorescos que ha tenido Costa Rica, aunque probablemente una minoría estará al tanto de su faceta como escritor; la cual tiene poco de anecdótica. En estas semanas tuve un arrebato de lectura costumbrista y le entré a un par de libros de cuentos breves del polifacético psiquiatra: La Tolvanera y Más abajo de la piel. De niño los ojeaba sin entender mucho hasta que finalmente los leí de lleno. Son muy semejantes uno del otro, quizá Más abajo de la piel es más apegado a la idiosincrasia limonense (ganó el premio Aquileo Echeverría en 1972). Pero en general ambos libros evocan la vida rural en sus diversos ámbitos: lo sobrenatural, la picardía y la amargura sobre todo. Textos breves que conmueven sobre un mundo casi extinto.
Siguiendo con autores costarricenses en las últimas semanas leí El país de las certezas (2015), libro de cuentos Fabián Coto quien es un emergente escritor cartaginés. Aunque con inevitables asociaciones al presente y la ciudad, por lo general son relatos que evocan al entorno rural y al pasado. En algunos casos no se limita a la geografía. Fabián Coto es también un mordaz columnista en la Revista Paquidermo y en redes sociales no se guarda en provocadores comentarios. Especialmente a cierta parte de la clase media-alta de mentalidad progresista, cuyas ideas por lo general no pasan de la ingenuidad y el solemne postureo. Algo a lo que el propio Coto llama realismo pipi. Un poco de eso se lee en El país de las certezas, un libro del cual caí en el error de poner mucha expectativa viendo los antecedentes del autor. De todas maneras resulta un agradable contraste frente a lo más superficial de la literatura urbano-centrista.
Agarrando en centenario de Juan Rulfo en diferido, leí los cuentos de El llano en llamas (1955) en la recta final de mayo. Textos donde se siente el árido desierto, estéril para la agricultura y vulnerable a los temporales que arrasan al ganado. Relatos que describen comunidades distantes con gentes con moral propia, estoicos en sus constantes penalidades. Es de las lecturas que se sienten sofisticadas sin ser rebuscadas o pomposas. Leemos al México de fantasmales pueblos de adobe y teja, los cuales distraen poco a la gente salvo en los turnos o las campanadas de las iglesias llamando a misa. Leer El llano en llamas es una especie de preámbulo a una segunda lectura pendiente a Pedro Páramo (1955), una de esas novelas leídas en edad temprana donde uno como lector tenía poca capacidad para asimilar el potencial.
En cuanto a los libros abandonados mencioné al principio El diluvio universal de Guillermo Barquero. A ellos se les suma Cuento de una criada (1985) de Margaret Atwood, novela de ciencia ficción que construye un futuro totalitario en el cual se rige bajo una estricta moral religiosa. La humanidad es casi estéril y recurre a una casta de mujeres fértiles como un mero instrumento inanimado para perpetuar la especie. A pesar del reconocimiento hacia la novela la percibo lenta y densa, dando vueltas en detalles bastante olvidables. Quizá le brinde otra oportunidad luego de ver la serie adaptada que se está transmitiendo en estas semanas en televisión.

Entrando en la divulgación académica otro libro abandonado es El fundamentalismo islámico en el medio oriente contemporáneo (2000) escrito por Roberto Marín Guzmán, profesor de la Universidad de Costa Rica especialista en Oriente Medio. Hay culpabilidad porque además es prestado. El tema apasiona mucho, pero la necesaria rigurosidad académica hace la lectura una tarea muy ardua. Pendiente quedaron dos capítulos enfocados a Líbano y Palestina, que conforman el 35% del libro. Queda la duda en un libro que dice analizar globalmente a Oriente Medio la omisión de países como Arabia Saudita. Uno de los países más causantes de la inestabilidad en la región, del cual se recrimina bien poco en la prensa. Sumado además ser un territorio nada respetoso de las libertades de occidente y poco prestado a la transparencia. El profesor Marín quizá no tuvo fácil la tarea de recolectar información de Arabia Saudita como si la tuvo para otros países. Quiero creer eso.