Blade Runner 2049

Mitad de siglo XXI, California es un ennegrecido mundo asediado por nevadas y lluvias. Los Ángeles es una metrópolis ampliada y la ciudad fronteriza de San Diego es un botadero a cielo abierto. Una urbe orientalizada converge con paisajes exteriores salidos de la Europa del este. Se subsiste con las proteínas de los insectos. Los replicantes continúan siendo seres marginales, sometiéndose a duras pruebas Voight-Kampff. Sus recuerdos son creados por vanguardistas start-ups que sobreviven simbióticamente con gigantes corporativistas. A pesar de otros cambios inevitables las unidades blade runner continúan retirando replicantes. Aún si la tarea conlleva irónicas contradicciones.
Se ven caras conocidas de Los Ángeles 2019, que Ridley Scott y los suyos construyeron en 1982. Hoy la nueva historia la cuenta Denis Villeneuve. El director franco-canadiense encabeza un talentoso equipo de producción que pone a punto a actores consolidados y emergentes. Ryan Gosling es el agente K, el blade runner de la película. Rudo y lacónico de modales refinados, opuesto a otras figuras de franquicias vulgares. Junto a él está Joi, la hispana Ana de Armas quien interpreta al personaje más entrañable. Un vaticinio tecnológico que hará más llevadera la soledad de las generaciones futuras. Jared Leto encarna a Niander Wallace, un místico magnate que recoge el relevo llevado por la corporación Tyrell. Su mano derecha es Luv (Sylvia Hoeks) una replicante que evoca en apariencia a Rachael, aunque más letal en sus métodos. Entre los más secundarios destacar a Dave Bautista, un ex luchador de la WWE convertido en actor. Alguien de quien no se esperaba mucho a nivel histriónico, pero convence de lo contrario en sus pocos minutos. Ver también uno de los cortometrajes que salieron previo al estreno.
Mirar Blade Runner 2049 (2017) en una proyección 3D, para quien escribe la presente, fue una experiencia tan placentera como agotadora. Se cree haber superado los vicios infantiles que nublan la apreciación de una película. Aunque para quienes sentimos bastante apego a Blade Runner (1982) algo estaba ahí y no se fue mientras veíamos la película de Villeneuve. En pocas palabras, expectativas. Hubo intervalos de incomodo desconcierto, sobre todo cuando trama y personajes del 2049 confrontaban a los del 2019. Especialmente una de las escenas dentro de la corporación Wallace, cuyos decorados por si mismos son un mundo aparte.
Esta vez no se escucha a Vangelis, el alma insustituible de Blade Runner junto el actor Rutger Hauer (Roy Batty). Hans Zimmer y su colaborador Benjamin Wallfisch no lo hacen mal tras relevar al islandés Johann Johannsson, quien iba a hacer la partitura pero fue descartado durante las post-producción. Sus sustitutos componen murmullos de ambiente industrial que buscan estar ligados al piano y sintetizador del músico griego. Sin embargo, en las secuencias de acción pareciera que la música no se diferencia de ruido. Quizá lo negativo a señalar. La banda sonora futurista muestra intervalos melómanos del siglo XX con canciones de Frank Sinatra y Elvis Preasley. Piezas ligadas a K y Deckard respectivamente.
Si en la anterior cinta la mejor virtud fueron las melodías de Vangelis, ahora es la cinematografía de Roger Deakins. Existen paralelismos con la original, pero es una película muy autónoma. Perfectamente pudo haber prescindido de personajes y elementos del filme de 1982. No son filmes que se digieran al primer bocado. Hay nuevos trazados del llamado ciberpunk con aires de noir que fascinó en los ochentas. Se tocan las temáticas conocidas como la empatía y obsesión por los recuerdos, mientras se ahondan otras apenas mencionadas (la manipulación genética). Decir también que el final de Blade Runner 2049 es tan redondo como la igual de detectivesca The Big Sleep (1946).